Un vaporizador es un dispositivo que se emplea para calentar el cannabis hasta el punto en que sus compuestos activos, como los cannabinoides, comienzan a hervir y se evaporan de la hierba en forma de vapor, en vez de quemarlos e inhalarlos en forma de humo.
Por ahondar en asuntos más científicos, los vaporizadores realizan esta función de dos maneras: por conducción o convección. Suenan a palabras importantes, pero la diferencia principal es que en los vaporizadores de conducción, el cannabis está en contacto directo con el elemento calefactor. En el método convectivo, en cambio, la hierba está separada del elemento calentador porque calienta el aire que se encuentra alrededor para producir el efecto deseado.
Por supuesto, cada uno de estos dos métodos tiene sus propias ventajas y desventajas. Lo bueno de los vaporizadores de conducción es que la hierba se comienza a calentar fácilmente, por lo que está lista para consumir en cuestión de segundos. El problema que tienen es que el contacto directo conlleva un alto riesgo de provocar combustión si no se controla de forma adecuada, produciendo humo en vez de vapor.
Si prefieres un método de vaporización más puro y fiable, entonces opta por la convección. El único inconveniente es que puede resultar más caro debido a que cuenta con un mecanismo más complicado que tarda más tiempo en calentarse.
La vaporización se practicaba antes incluso de la llegada de la era tecnológica moderna. Irfan Shiekh, de los Mogols, en el territorio actualmente conocido como Afganistán, lo introdujo por primera vez en la conciencia colectiva hace 1.400 años. Miembro de la dinastía safávida, inventó la cachimba, el primer vaporizador, más conocido como pipa de agua. En sus círculos se denominaba “narguile”, “arguila” o “shisha”, que todavía se emplea hoy en día en muchos restaurantes persas.
Los estadounidenses desarrollaron el primer cigarrillo electrónico en 1927, que acabaría convirtiéndose en el cigarrillo electrónico moderno en 1960. Pero no sería hasta 1994 que un médico cheroqui especializado en marihuana, Frank William Wood, conocido como “Eagle Bill Amato“, introdujo el vaporizador de cannabis, cuyo uso promovió como un método de consumo mucho más seguro. La idea se la dio un cultivador de California en 1993, que empleaba una pistola de aire caliente para vaporizar.
Durante más de una década, el dispositivo de Eagle Bill se convirtió en todo un fenómeno en el Museo del Hachís, en el banco de semillas Sensi en Ámsterdam. En ese momento ya llevaba 12 años viviendo en Ámsterdam, por lo que podía persuadir a visitantes al museo de todas partes del mundo para que probasen su nueva tecnología.
Su vaporizador se convirtió en un éxito espectacular con el que ha logrado numerosos primeros puestos en la Cannabis Cup anual. Al poco tiempo, Bill se convirtió en alguien habitual en el Museo del Hachís, y consiguió hacer de la vaporización uno de los principales métodos de consumo de cannabis en todo el mundo.
Hay vaporizadores de todos los tamaños, formas y dimensiones, pero en los portátiles, que son los más comunes, la configuración es bastante similar entre todos ellos. Los vaporizadores electrónicos cuentan con una batería recargable, una cámara calefactora (también conocida como atomizador), una cazoleta en la que se pone la hierba y una boquilla.
Los vaporizadores de butano tienen la misma estructura, salvo que no funcionan con batería, sino que hay que usar fuego para calentar la cámara.
La mayoría de vaporizadores modernos tiene una configuración “lista para usar”: la premisa básica consiste en poner los cogollos en la cámara, calentarla a la temperatura adecuada e inhalar. Así de fácil. Pero existen algunas reglas que debes seguir para disfrutar al máximo de tu experiencia.
Antes de nada, asegúrate de que en la cazoleta haya una cantidad de hierba adecuada, para lo que puedes usar tu grinder de toda la vida. Si usas muy poco, la carga se evaporará enseguida, pero si pones demasiado, el flujo de aire e incluso vapear, se hará muy difícil.
Otra cosa importante que debes recordar es no “exprimir” demasiado tu hierba. Los restos que queden de los cogollos después de haberlos vaporizado deberían ser marrones, no negros y totalmente calcinados. Debes saber cuándo es el momento idóneo para descartar la hierba y reemplazarla con una nueva carga.
Hay varios tipos de vaporizadores entre los que escoger, por lo que te podría costar un poco decidirte. Pero básicamente dispones de dos opciones: de mesa y portátiles.
Si buscas algo del estilo de un coffee shop para extraer la mayor cantidad posible de vapor del cogollo, escoge un vaporizador de mesa. Estos ofrecen una potencia mayor, rangos de temperatura más altos y a menudo cuentan con tecnología más compleja. También pueden ser un poco más versátiles a la hora de usarlos, ya que algunos modelos, por ejemplo, te permiten usar una bolsa de aire que se llena con vapor, además de la boquilla principal.
Las variantes portátiles son para quienes prefieren ser discretos al vapear, o prefieren hacerlo en movimiento. Un vaporizador portátil estándar es del tamaño de una petaca, pero hay distintos modelos. Los vaporizadores tipo lápiz son mucho más pequeños y elegantes, y tal y como sugiere su nombre, tienen forma de lápiz. La diferencia principal entre los dos es que un vaporizador estándar dispone de una batería ligeramente más grande, lo que se traduce en una mayor autonomía.
Tanto los vaporizadores de mesa como los portátiles se pueden usar con hierba seca, cannabis líquido u otros concentrados, dependiendo del modelo.
Está ampliamente aceptado que el uso de vaporizadores es un método más saludable para consumir cannabis. Aunque el humo de tu porro, blunt o pipa no tiene los mismos efectos perjudiciales que el humo de un cigarro, tiene los mismos efectos cancerígenos que produce la planta al quemarse. Con los vaporizadores, disfrutarás de los beneficios de los cannabinoides, sin muchos de los inconvenientes del humo.
Además de poder disfrutar de todos los efectos que produce el cannabis, los vaporizadores también te permiten saborear todo el aroma de tu hierba. Como el dispositivo no convierte instantáneamente la hierba en ceniza, como sucede al fumar, podrás disfrutar del sabor de una Mango Kush en tus labios.
Lo mejor de todo es que puedes aprovechar al máximo los efectos de su subidón, ya que al vapear puedes llegar a consumir hasta el 95% del contenido cannabinoide. Debido a esta gran cantidad de cannabinoides, vapear también produce un colocón más fuerte en comparación con fumar.
Aunque un vaporizador requiere una inversión generosa de tus ahorros, a la larga podrías acabar ahorrando mucho dinero si dispones de uno. Como los efectos de vapear son más fuertes, consumirás menos cogollos. De hecho, hay estudios que señalan que los fumadores habituales consumen entre un 30 y un 40% menos de hierba a través de vaporizadores: más diversión por menos dinero.
A diferencia de un simple porro, el vaporizador es un elemento permanente. Como tal, tendrás que limpiarlo de vez en cuando para que las vías de aire estén despejadas y poder conservar fresco el sabor.
A pesar de que cada nueva generación de vaporizadores está mejorando mucho, con la mayoría de vaporizadores tendrás que esperar alrededor de un minuto hasta que se calienten. No es demasiado, pero para algunos fumetas esta espera es demasiado larga comparada con simplemente encender un mechero.
Los vaporizadores, en especial los buenos, pueden ser bastante caros de primeras. Pese a que acabarás ahorrando dinero con ellos, necesitas el dinero para comprarte uno, y para muchos suponen una inversión demasiado costosa.
En general, se podría decir que la vaporización es lo mejor que jamás le haya sucedido al consumo de cannabis. Aunque al final es todo cuestión de gustos, no se puede negar que esta tecnología milenaria continuará evolucionando y existiendo durante décadas, e incluso siglos.
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